Con las puertas cerradas, caricaturas en la televisión, una discusión
del otro lado, un guiso en la estufa, un guiso que huele a cebolla y a rutina,
una revolución poética ahogada en un tibio café con poco azúcar, acompañando a dos
panes con mantequilla y esperanza embarradas, palabras sueltas, palabras severas,
figuras en movimiento interrumpidas por el control remoto, la discusión que se desenvuelve
sin la usual cautela, una mezcla de una cansada y mecanizada queja y el súbito sonido
de un coche en la calle.
Ambulancia, amargura, tomate, tibieza, pasión y desencanto,
desamor y comedia, ficción que desafia a la realidad y realidad que quiere
fundirse en la ficción, un desayuno a medias, una comida que se quema,sabe a cansancio, huele a
negro, una despedida con lagrimas y nada de arrepentimiento.
Y todo, pero absolutamente todo esto, “por educación” debe hacerse… A puertas cerradas.
Y todo, pero absolutamente todo esto, “por educación” debe hacerse… A puertas cerradas.
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