jueves, 15 de junio de 2017

Vida

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.”
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Y es cierto, los recuerdos que tenemos suelen diferir con la realidad de lo que fue.

Cuantas veces no hemos vuelto a aquel enorme parque en el que pasamos innumerables horas de nuestra infancia, ese donde cada tarde era una enorme aventura, y todo para darnos cuenta que todo ese tiempo solo fue un espacio de 16 metros cuadrados con un árbol y un poste, el cual por cierto tiene mal puesta la bombilla y por eso la luz siempre ha parpadeado.

Ese recuerdo de tu habitación llena de posters en las paredes, mayoritariamente de caricaturas o de bandas de rock y uno que otro placer culposo, esa habitación donde una tarde oscura de otoño lograste "perder" esa "característica" de la que tanto habías buscado deshacerte en tu adolescencia, todo eso mientras sonaba esa power ballad que sigue en tu lista de reproducción habitual.

Espera, que hay de aquella playa donde casi te ahogas por no hacer caso al letrero de advertencia y tu papá tuvo que entrar a sacarte mientras tu mamá gritaba y tu no podías sino escupir agua salada con una cara que demostraba un pánico que no has vuelto a sentir, vaya regaño te llevaste aquel día.

El bosque donde te hiciste esa cicatriz en la pierna, esa que le presumes a tu hijo que te la hizo un león, cuando en realidad te golpeaste en un tronco por ir distraído intentando tomar una fotografía durante un viaje con tus compañeros de la universidad.

Los amigos de tu calle con los que jugabas por las noches, todo tipo de juegos infantiles, a ellos ya les perdiste la pista ¿Verdad?

Mención honorafica se lleva tu siempre fiel acompañante canino; más fiel que Argos o Hachiko, más inteligente que Lassie, un verdadero amigo y acompañante de travesuras, el segundo ser más protector después de tu madre, la verdad es que sobre todo recuerdas a tu perro.

Que tal aquella despampanante muchacha que fue tu primer amor y como fuiste todo un Casanova para conquistarla y como compraste tu primer ramo de flores y escribiste tu primer carta de amor, aunque si hoy en día leyeras esa carta que le hiciste te daría risa, o pena, mucha pena.

Todos los atardeceres, todas las lágrimas, todas las personas y todas las noches que tienes tatuadas en tu memoria las cuentas no con una rígida  exactitud histórica, sino que tu relato tiene una carga emotiva importante parte nostalgia parte invento parte confusión.

Pero esto no evita que aquel parque siga siendo una jungla o que tu habitación fuera una fortaleza inexpugnable o que tu perro siga siendo la máxima expresión de fidelidad que haya existido, los amigos, tu calle, los atardeceres, lluvias, mujeres, familiares, todo, todas esas cosas son lo que son porque así las recuerdas y así las cuentas, están vivas después de todo este tiempo y eso, eso mi amigo, es vida.