martes, 30 de agosto de 2011

Caruso.



 HISTORIA DE LA CANCION "CARUSO"- La primera y original versión de esta canción fue escrita y cantada por Lucio Dalla, que dedicó esta canción a Caruso después de haber estado en Sorrento y haber quedado impresionado por la belleza de esta ciudad.
A Lucio Dalla se le estropeó el barco y en Sorrento solo había disponible el lujoso apartamento en el Grand Hotel Excelsior Vittoria, donde Caruso vivió los dos últimos meses de su vida y donde se conservaban intactos sus libros, sus fotografías y su piano.
Angelo, que tenía un bar en el puerto le contó esta historia ... y él nos la regala con música. Caruso estaba enfermo de cáncer en la garganta y sabía que tenía los días contados pero eso no le impedía dar lecciones de canto a una joven de la cual estaba enamorado. Una noche de mucho calor no quiso renunciar a cantar para ella que lo miraba con admiración, así que, aún encontrándose mal, hizo llevar el piano a la terraza que daba al puerto y empezó a cantar una apasionada declaración de amor y sufrimiento. Su voz era potente y los pescadores, oyéndole, regresaron al puerto y se quedaron anclados bajo la terraza. Las luces de las barcas eran tantas que parecian estrellas o quizás las luces de los rascacielos de Nueva York... Caruso no perdió las fuerzas y siguió cantando sumergiéndose en los ojos de la muchacha apoyada al piano. Esa noche su estado empeoró. Dos días más tarde, el 2 de agosto de 1921, moría en Nápoles. Esta canción narra el drama de esa noche... con luces y sombras del pasado... con muerte y vida...
un hombre enfermo que busca en los ojos de la muchacha un futuro que ya no existe...
un testamento de amor... este fue su último concierto... y este fue su excepcional público... el mar, las estrellas, los pescadores, las luces de las barcas y su amada...

miércoles, 10 de agosto de 2011

Amenaza de lluvia



Una tarde que cierra, una lluvia que amenaza, un caminar errático y una plática casi habitual, un típico día en el que el plan preestablecido no salió y la improvisación tuvo que hacer acto de presencia.
La tarde termina por morir y la lluvia pasa de ser una amenaza latente a una abrupta realidad, más sin embargo, no apresuramos el paso ni tomamos refugio, simplemente seguimos nuestra marcha mientras la plática… bueno la plática muta hacia una conversación “interesante”.
Confesiones aquí, recuerdos allá, palabras que estaban rumbadas en nuestra mente fluían igual que el vital líquido lo hacía por nuestras ropas, ¿Y acaso nos importaba lo que cualquiera de esas 2 insignificantes cosas causara? La respuesta era sencilla: NO.