sábado, 30 de junio de 2018

Sí me preguntan.

Cuando lo hagan siempre haré lo mismo.
Nunca hablaré de aquella primavera y mucho menos de como el invierno siguiente esperé que llegaras junto a la primera nevada.
Sólo nuestra memoria sabrá lo que sucedió o no aquella  noche sin luna.
No admitiré que tu partida sigue doliendo aquí dentro y, que aún sueño con esas huellas en la arena.
Sólo el efímero y traicionero viento sabe las últimas palabras que dijimos y sólo él conoce las lágrimas que tiré al darte la espalda.
Es más que inútil tratar de mencionar como mi maldito ego evitó que corriera tras ese vestido azul que se perdía a la distancia.
Las escapadas, risas, cantos, conversaciones, arrebatos y demás pormenores son ahora momentos que el caprichoso tiempo olvidará.
Está por demás decir que el único mapa para llegar a esa playa fue dibujado con uñas en  nuestras espaldas y dientes en los labios, esas sensaciones que se diluyen con el tiempo y se recuerdan sin previo aviso.
Y por sobre todo nunca les diré que hoy, esta copa, este llanto y estas letras son para ti.