martes, 12 de abril de 2011

El muelle

Hace no mucho decidí dar un pequeño paseo por el muelle, me encontraba anormalmente solo pero eso no me causaba ningún pesar, solo dejaba que mis pies siguieran sus instintos y que frenaran cuando lo desearan, se que se supone que no debería haberlo hecho, pero, la nostálgica atmosfera de una tarde que agonizaba me orilló a encender ese último cigarrillo, mientras la vista del océano me inundaba yo tomaba asiento en “mi banca” para así dar lugar a mi cita con esa extraña mezcla de sensaciones que habitaban mi mente esa tarde.

En mi cabeza se rebatían al compás de un tórrido tango los recuerdos y las dudas, mientras que las quejas se quemaban al vuelo del humo de aquel último cigarrillo, y mis ojos permanecían sumidos en el vaivén de las olas, mis pies clavados en el suelo de aquel viejo y desolado muelle, mis manos vacías, y unos sorbos de whiskey cortesía de mi vieja licorera fungían como el perfecto soborno para mantener el silencio.
No sé con certeza cuanto tiempo permanecí inmóvil e inmerso en esa desastrosa y a la vez estética danza pero ya estaba entrada la noche cuando la brisa oceánica que acariciaba mi rostro emuló el tono de esa voz y me trajo de vuelta a la realidad de una manera estrepitosa.

Y aún ahora no sé con certeza a quien culpar, si al alcohol o a su recuerdo, pero esa leve y agradable sensación de embriaguez me hicieron ponerme de pie y empezar a caminar hacia el mar, al contacto con aquel salado líquido me sentí aliviado, con un dejo de libertad insuperable y como si el agua tuviera el poder de restaurar los ánimos y los sueños hacía ya bastante perdidos, hasta que una solitaria e insolente ola arrastro mi cuerpo hacia la orilla de la playa y después de arrastrarme y medio recuperar el aliento lo unico que atine a murmurar fue un nombre.... su nombre.