La encontré rumbada en el fondo de mi armario, no recordaba que aún la tenía, es una
vieja cinta de 8mm, la que filmamos juntos aquél verano.
La que nunca terminamos, la que sigue esperando un final,
creía que ya lo había olvidado todo.
Había olvidado…
Que seguimos esperando ese próximo verano.
Las olas de esa playa en la que corrimos.
La promesa "inolvidable" y las sonrisas capturadas en vídeo.
Los fugaces instantes, cautivos a 24 cuadros por segundo.
Su ternura inigualable y esta enorme culpa que siento al notar que todos estos recuerdos se esfuman entre el viento de otro otoño más.
El apremio del implacable futuro y la eterna esperanza por
una secuela con un final un poco más feliz, o que al menos tenga un final.
Y justo ahora es que me doy cuenta que sigo buscando de manera activa e involuntaria esa locación perfecta para la
escena final, ese momento preciso para decir todas esas cosas que siempre
callé, el día indicado para marcar a los amigos ausentes, ese
silencio nocturno que regresa todas esas memorias rotas que quiero que
vuelvan a la realidad, todas juntas en un viejo rollo, todas proyectadas en
esta pared….
Todas…
Todos….
ELLA.