jueves, 6 de septiembre de 2012

Aprisionado.


Encerrado entre barrotes de frio acero y con desesperados giros sobre si mismo se encuentra la majestuosidad hecha depredador.
Con solo verle a los ojos sabrás que él no nació aquí en el cautiverio, sus ojos todavía tienen aquella chispa salvaje, ruge mientras observa cada rincón de su celda buscando la más mínima abertura para escapar.
No concibe que su mundo, hasta hace poco enorme, se vea ahora disminuido a unos despreciables 4 metros cuadrados.
Extraña ese sacro ritual de caza; rastrear a la presa, acecharla y, en un solo salto obtener el alimento.
Lo único que puedes hacer al verle es quedarte atonito mientras una gota de frio sudor recorre tu frente cuando sus ojos encuentran los tuyos y sabes que de estar libre podría estarte comiendo ahora mismo.
Todos los demás aquí son tan pasivos, no hay ferocidad, no hay esa mirada de asesino nato, frio, implacable, sin piedad, perfecto…


No hay comentarios:

Publicar un comentario